DMT: LA MOLÉCULA DEL ESPÍRITU ( 2 Documentales apollan el Articulo en su desarrollo)
Los fuegos siempre
están jugando alrededor de la glándula pineal pero cuando
el kundalini los ilumina, por un breve momento el universo entero se
hace visible.
Madam Blavatsky
Desde la antigüedad la glándula pineal
ha sido objeto de la más alta especulación metafísica. Considerada como
un tercer ojo o un misterioso ojo espiritual, es uno de los centros
anatómicos principales a los que se dirigen el yoga tántrico y otras
disciplinas místicas en el afán de abrir o activar una percepción sutil
y, al provocar un estado de expansión de conciencia, unir al practicante
con la divinidad o los principios universales. "En el esoterismo la
glándula pineal es el vínculo entre los estados objetivos y subjetivos
de conciencia o, en términos exotéricos, entre los mundos visbles e
invisibles de la naturaleza", dice Manly P. Hall (Man: Grand Symbol of the Mysteries).
Esta especulación (que en las
tradiciones ocultas seguramente es acompañada de una serie de
experimentos de anatomía teúrgica) ha sido revivida en la actualidad con
el descubrimiento de que la glándula pineal secreta DMT (un poderoso
enteógeno endógeno) y una misteriosa coincidencia encontrada por el
doctor Rick Strassman: esta glándula se forma a partir de la séptima
semana dentro del feto (el mismo momento en el que se identifica el sexo); son también exactamente 7 semanas o 49 días los que se dice que tarda un ser humano en reencarnar según el Libro tibetano de los muertos (Bardo Thödol),
la gran autoridad en escatología que tiene el budismo. En este artículo
intentaremos conectar la concepción antigua de la glándula pineal como
una puerta espiritual y un órgano de percepción metafísica con los
hallazgos y algunas de las hipótesis más radicales de Strassman. Para
hacer esto primero sentaremos un contexto científico, histórico y
simbólico de la glándula pineal.
Empotrada en el centro del cerebro, con
forma de cono de pino, este pequeño órgano del sistema endocrino es
responsable de producir melatonina a partir de la serotonina y
dimetiltriptamina (DMT), una sustancia psicodélica endógena que está
presente en pequeñas cantidades en buena parte de las especies del
planeta (que tiene un precursor, como la serotonina, en el aminoácido
triptofano), entre otras hormonas que emulan neurotransmisores. Su
estructura, conformada por células muy similares a las de la retina, es
considerada vestigio de un tercer ojo primitivo y en algunos reptiles
este "ojo parietal" sigue funcionando como fotorreceptor. Estudios muestran
que la glándula pineal es especialmente sensible a los campos
magnéticos y su secreción de diferentes hormonas es mediada por la luz o
la oscuridad a la cual es expuesta --la serotonina se incrementa con la
luz y la melatonina necesita de la oscuridad (Strassman teoriza que el
DMT podría ser generado naturalmente si se pasa mucho tiempo sin
exponerse a la luz).
Alrededor de 1630, René Descartes
escribió su famosa hipótesis sobre la glándula pineal como el "asiento
del alma". El padre del racionalismo explica: "este peculiar lugar de la
residencia del alma es el Conarium, o Glandula Pinealis,
un cierto núcleo que semeja un cono de pino, ubicado entre los
ventrículos del cerebro", y dice que la razón por la cual este es el
asiento del alma es "porque esta parte del cerebro es singular y sólo
una". Añade el filósofo francés que los más inteligentes no son los que
tienen una glándula pineal más grande sino una más móvil, en esto
coincidiendo con la versión ocultista que sugiere que la glándula pineal
se activa por el movimiento --una especie zumbido-- de la energía que
es representada por la serpiente kundalini. Pese a que para algunos la
idea de Descartes parece tener una extraña claridad intuitiva, en su
época y posteriormente esta conjetura le ha ganado el escarnio de sus
colegas.
Manly P. Hall en Man: Grand Symbol of the Mysteries nos
dice que la glándula pineal corresponde a la sefirá de Kether, la
corona, la unidad divina que contiene a todas las cosas, y es El Ojo que
Todo lo Ve de los masones, el Ojo de la Providencia, el Ojo Único de
las escrituras [Mateo 6:22] y también el Ojo de Horus y el Ojo del
Cíclope (los titanes griegos que evocan un estado primigenio o de una
humanidad previa, que supuestamente tenía acceso a una percepción
directa del cosmos como realidad interna).
Según el egiptólogo E. A. Wallis Budge,
en algunos papiros se muestra a la persona fallecida con un cono de pino
adherido a la corona de su cabeza al entrar a la sala del juicio de
Osiris. En los misterios griegos a veces se llevaba un bastón simbólico
con un cono de pino adherido --el tirso o báculo de Dionisio. Esta misma
investidura ritual se mantiene aún entre algunos líderes de la Iglesia
católica (¿el que lleva el báculo con el cono de pino es el que tiene el
ojo interno abierto y por lo tanto puede guiar?) y en la plaza de San
Pedro podemos ver una enorme escultura de una glándula pineal flanqueda
por dos pavos reales (las plumas de los pavos reales están adornadas por
patrones similares a ojos, llamados ocelli y simbolizan
también la omnividencia). Manly P. Hall señala que en la iconografía
china se pueden observar plumas de pavo real adheridas a la cabeza de
ciertos personajes de la nobleza en la zona que corresponde a la
glándula pineal... todo lo cual puede ser una coincidencia, o uno de los
misteriosos pathosformel
que detectó el historiador Aby Warburg y que se repiten
transculturalmente como si hubiera un origen común a toda la simbología.
Acercándonos más en el tiempo a lo que
nos concierne en este caso tenemos el intrigante trabajo del doctor Rick
Strassman, autor del libro The Spirit Molecule, en el que
registra los resultados de sus experimentos administrando DMT a
voluntarios en la facultad de medicina de la Universidad de Nuevo Mexico
y sus posteriores hipótesis y especulaciones sobre la función del DMT
en el organismo. Una de las cosas que más ha fascinado a los lectores de
este texto es la increíble coincidencia notada por Strassman entre los
49 días que tarda un individuo en tomar una siguiente vida, según el Libro tibetano de los muertos, y el momento en el que la estructura pineal se manifiesta en el feto humano, 49 días después de la concepción. El mismo Strassman explica:
Sugiero que la
fuerza vital del individuo entra al cuerpo a través de la pineal 49 días
después de la concepción y se libera a través de la glándula pineal en
la muerte. Este período prenatal de 49 días corresponde a las primeras
señales del tejido pineal fetal, la diferenciación de las gónadas en
masculino y femenino y el intervalo de tiempo entre la muerte de un
individuo y la reencarnación de su alma según el budismo tibetano.
Sugiero un modelo metafísico en el que los impulsos biológicos,
psicológicos y espirituales existen en una tensión dinámica con esta
glándula espiritual.
Desde la publicación de su libro
Strassman había teorizado que la glándula pineal era responsable de
producir DMT, la molécula psicodélica que había sido detectada en el
organismo humano. Años después de la publicación se confirmó que, al
menos en el caso de los ratones, la glándula pineal en efecto produce DMT.
Strassman además cree que el DMT podría estar correlacionado con el
componente visual de los sueños y con las visiones reportadas en las
experiencias cercanas a la muerte. Con esto Strassman empieza a trazar
una especie de doble umbral entre la vida y la muerte localizado en la
glándula pineal: lo que de un lado es una urna acaba siendo una cuna en
otro lugar y viceversa. En su libro The Spirit Molecule intenta interpretar esta misteriosa coincidencia, la cual lo lleva de la ciencia hacia la especulación metafísica:
Hay algo que nos
'vivifica' cuando se une al cuerpo. Cuando presente en la materia, se
muestra como movimiento y calor. En el cerebro provee el poder de
recibir y transformar en conciencia nuestros pensamientos, sensaciones y
percepciones...
Lo que propongo es
una "doctrina del tiempo pasado". Si los textos budistas y la
embriología humana revelan que diferentes desarrollos requieren 49 días,
los eventos pueden estar relacionados.
"Al morir", nos dice Strassman, "parece
haber una alteración profunda en la conciencia que se desliga de su
identificación con el cuerpo. El DMT pineal hace disponibles esos
contenidos particulares no corporalizados de la conciencia... es
probable que la pineal sea el órgano más activo al momento de la
muerte". Strassman especula que en los 49 días después de la muerte "las
experiencias acumuladas, memorias, hábitos, tendencias, sensaciones"
son procesados, eliminados o integrados y lo que queda es luego
asimilado a la siguiente vida "por resonancia, o vibración simpática de
campos similares" (esto es lo que en el budismo se conoce como los skandhas
o agregados). El cuerpo está listo para recibir ese material psíquico
una vez que es capaz de sintetizar DMT, cuando "la glándula pineal puede
actuar como una antena o un pararrayos del alma".
En el caso del budismo tibetano son 49
días también los que se suele mantener el luto, el cual consiste, entre
otras cosas, en rezarle a los muertos oraciones y mantras del Libro tibetano de los muertos,
bajo la creencia de que el compuesto psíquico de la persona fallecida
vaga por el mundo intermedio (el bardo) en búsqueda de la liberación que
encuentra su vehículo en la Luz Clara (ösel), una luz que es
la conciencia misma. Se cree que las oraciones pueden servirle como una
guía para unirse con esta luz que es la realidad más allá de la ilusión
del samsara o el ciclo de muerte y renacimiento. Hay que mencionar (y
precisarle a Strassman) que para el budismo lo que "reencarna" no es un
alma como la conocemos en la teología cristiana, por ejemplo, sino un
componente psíquico o un agregado de la mente, que existe solamente
hasta que sus acciones o karmas hayan cumplido con su cadena de causas y
efectos. René Guénon incluso sugiere que la idea de la reencarnación es
una invención moderna y que lo que predican las religiones orientales
es solamente la transmigración, es decir una continuidad de la mente (o
del alma en el caso del hinduismo) pero en otros mundos y planos de
existencia.
El viaje por el bardo consta de siete
niveles, los cuales duran cada uno 7 días y en los cuales el individuo
se ve enfrentado a diferentes estratos de visiones, algunas más
terroríficas que otras (suelen aparecer las iracundas deidades tántricas
en una región similar a lo que en otras tradiciones se conoce como el
astral o el mundo del deseo). Se dice que si el individuo es capaz de
distinguir estas visiones como meras proyecciones de su mente o reflejos
de sus actos y pensamientos pasados, entonces ocurre una purificación y
puede alcanzar la liberación. Si esto no se logra, entonces, el Bardo Thödol
narra una inquietante secuencia en la que la atención del individuo,
que vaga en un caliginoso mundo de espectros y deseos, es atrapada por
una imagen irresistible y abominable: una pareja que tiene sexo. El
individuo se identifica con esta cópula interdimensional y se echa a
andar el proceso de renacimiento en el rayo de la inseminación (¿de los
dos lados, en la muerte y en la vida, una luz avanza en un túnel?).
Los tibetanos no son los únicos que
tienen este conocimiento tradicional, en Occidente encontramos una
extraña mención de esta creencia. En un pequeño texto de la época del
Renacimiento, incluido en la edición de Angela Voss
de las obras astrológicas de Marsilio Ficino, el gran platonista
florentino señala que uno de los momentos definitivos de la
concentración psíquica de los individuos es aquel en el que "por primera
vez el feto es imbuido con la vida. Dicen que esto sucede en el segundo
mes, cuando Júpiter actúa poderosamente. No queda claro si la vida
entra la primera mitad de este mes o en el día 49 después de la
concepción; la naturaleza usualmente emplea procesos septenarios en los
asuntos humanos". Esto es una creencia numerológica ligada a los siete
aspectos del alma, según se explica en la astrología hermética,
equivalente a los siete planetas del sistema astrológico antiguo y los 7
días de la Creación, así como varios otros septenarios que parecen ser
reflejos de los siete poderes creativos y de una especie de código
creativo que permea el cosmos.
Siguiendo con la lista de ominosas
coincidencias, en el taoísmo se explica que la menopausia llega a los 49
años. Se tiene también en esta religión la creencia de que la esencia
vital --cuyo origen se cree que es divino-- se pierde a través del
sangrado excesivo, por lo cual la mujer debe controlar su menstruación,
si bien nunca erradicarla del todo, ya que en ella, como en el semen en
el caso del hombre, está la sustancia esencial (Jing) que puede transformarse en espíritu (Shen).
Tenemos también el caso de la religión
judía en la que el 49 tiene un significado especial. La fiesta de
Shavuot, una de las más importantes del calendario religioso judío, se
celebra 49 días después de la fiesta de Pésaj (la celebración de la
liberación de Egipto). "Shavuot" significa "semanas", esto es las 7
semanas que se debe hacer "la cuenta del Omer" (Omer es una unidad de
medida de cebada y también la ofrenda que se llevaba al templo de
Jerusalén). En esta fecha (Pentecostés en griego; 50 días) se celebra la
entrega de la Torá de Dios a Moisés en el monte Sinaí. Esto es
el momento que culmina la liberación de la esclavitud y el cumplimiento
del destino, ya que se dice que el pueblo judío fue elegido para
recibir la Ley.
Los 49 días, según enseña el aspecto
místico de la religión judía, son contados cada uno como una puerta o un
escalón hacia el conocimiento; en cada uno de ellos se debe meditar y
purificar la mente para en el día 50 entrar en el conocimiento de la
deidad. Es en alusión a esto que Roberto Calasso tituló uno de sus
libros de ensayo Los 49 escalones (un guiño probablemente a los
estudios cabalísticos de Walter Benjamin). Esos 49 escalones o 49 días
son el intervalo que debe recorrerse para la unión con la divinidad.
Algo que se vuelve a revelar por el hecho de que entre las diferentes
vías para subir el árbol de las sefirot se puede tomar un camino de 49
escalones por la columna central de Malkhut, Yesod y Tiferet, y así
acceder en el cincuentavo escalón de Daat a las tres sefirot superiores.
Las siete sefirot inferiores son equivalentes a los 7 días de la
Creación y los tres superiores al conocimiento de la divinidad más allá
del mundo manifiesto.
Para aquellos interesados en la numerología y en la gematría, los referimos a un fascinante análisis computacional que ha encontrado un código en algunos pasajes de los cinco primeros libros de la Biblia.
A intervalos de 49 letras después de la aparición de la primera letra
hebrea del nombre "Torá" se encuentran letras que deletrean
sucesivamente la palabra "Torá", el libro de la Ley, en lo que podemos
ver una especie de fractal lingüístico, un guiño de un libro dentro de
un libro.
Podemos especular que de alguna manera
estos 49 escalones son una multiplicación (7x7) de la escalera del sueño
de Jacob (que aparece en capítulo 28 del Génesis), la cual une al cielo
con la tierra, y la cual a veces es representada con siete escalones.
Es probable que tengamos aquí una fórmula cabalística con el 7 que
requiere de una elucidación esotérica más profunda. Por otro lado, la
teosofía, en su esquema de la evolución, considera que hay siete razas
raíz o siete humanidades y cada una de ellas se divide en siete épocas.
Cotejando todo con esto con la investigación de Strassman, pareciera que
existe una analogía entre el proceso creativo macrocósmico y el proceso
embrionario microcósmico. Un poder del 7 que se repite en el espacio
cósmico como en el espacio celular. El gran misterio del universo, según el físico John Archibald Wheeler,
es cómo de un aparente caos azaroso emergieron leyes físicas tan
perfectas, las cuales podemos conocer a través de las matemáticas.
Podría ser que el 7 es de alguna manera parte esencial del
desenvolvimiento de este patrón inmenso que llamamos universo.
Claro que siempre cabe la posibilidad
del error humano y el exceso de proyección de la mente hacia la
naturaleza y tal vez Strassman y nosotros aquí estemos conectando
demasiados puntos en el cielo con el cerebro, creando una nueva
constelación de un animal espiritual donde no hay más que astros
inconexos, cielo vacío y procesos químicos ciegos.
En la siguiente parte de este ensayo
exploraremos los aspectos más esotéricos relacionados con la glándula
pineal, las visiones de los profetas bíblicos y algunas técnicas
ocultistas para activar este centro de percepción espiritual. Como
anticipo mencionaremos aquí brevemente el trabajo del "rabino psicodélico" Joel Bakst
(y aquí es donde las cosas realmente se ponen esotéricas y quizás un
tanto desaforadas). Bakst leyó el libro de Strassman y conectó sus
hallazgos con su conocimiento de la cábala, avanzando la tesis de que la
visión de Jacob, en la que sostiene haber visto "cara a cara a Dios" y
la cual ocurre en un lugar llamado "Peniel" (lugar donde se construiría
luego el Templo de Jerusalén), es en realidad una alusión a la
activación de la glándula pineal, la cual sería la mítica Ciudad de Luz que aparece en la Biblia.
Asimismo, Bakst sugiere que el DMT es el vehículo material del arcángel
Metatrón, quien es el "sistema nervioso de Dios", esto bajo la
concepción de que el cosmos es la anatomía misma de la deidad y que el
cuerpo humano es un pequeño universo o una imagen de Dios. Lo anterior
sugiere que algunos de los episodios crípticos que encontramos en los
textos sagrados tienen correspondencias puntuales con procesos de yoga o
alquimia dentro del cuerpo humano. En la siguiente entrega exploraremos
más a fondo estas hipótesis que podrían sonar un tanto descabelladas en
principio, pero que ciertamente tienen un aire poético; y se entiende
la licencia bajo el deseo de aproximarse a esta región numinosa, ya que
este caso que congrega a la glándula pineal, la activación del
kundalini, el DMT y las puertas espirituales en el cuerpo humano es uno
de los grandes misterios esotéricos de todos los tiempos.
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